Dr. Fernández Bueno: «El dispositivo electrónico daña menos que fumar, pero Sanidad no quiere ni discutirlo»
Militar, cirujano oncológico en el Hospital Gómez Ulla y portavoz de la Plataforma para la Reducción del Daño por Tabaquismo. Fernando Fernández Bueno (Madrid, 1977) ha estado en el Global Forum on Nicotine (GFN 2023) de Varsovia, un espacio donde ha defendido la opción de los productos disponibles de reducción del daño como una vía válida para luchar contra el tabaquismo. «La mitigación del daño se aplica en todos los aspectos de la medicina y de la vida. Un cinturón de seguridad no evita que te mates, pero sí puede evitar grandes heridas», apunta.
Pide a la OMS y a las autoridades sanitarias que no pongan palos en las ruedas a las alternativas disponibles donde no hay combustión para bajar el número de fumadores –hoy en los 1.000 millones en todo el mundo– como los cigarrillos electrónicos y sus variantes, como los dispositivos electrónicos sin humo. «Nadie dice que el uso de los dispositivos electrónicos disponibles sea algo inocuo, pero sí que los estudios dicen que son un 95% menos dañinos que el tabaco tradicional», expone.
Alrededor de la discusión del uso de la vía de la reducción del daño con respecto al tabaquismo hay disparidad de opiniones, incluso dentro de la comunidad médica. Usted está en un lado, frente a otros colegas que defienden lo contrario y que, además, son mayoría. ¿Cómo lleva usted eso?
Que existan partes con opiniones diferentes es bueno para que la ciencia siga avanzando. El problema es cuando una de las partes se cree que lleva la razón absoluta y ni quiere discutir ni quiere escuchar. La reducción del daño no sólo se aplica a tabaquismo, la mitigación del daño se aplica en todos los aspectos de la medicina y de la vida. Por ejemplo, un cinturón de seguridad no evita que te mates, pero sí puede evitar grandes heridas y, en un momento dado, te puede salvar la vida si tienes un accidente.
La OMS, además, promueve la reducción del daño porque se ha usado toda la vida en el caso de las drogas. Cuando había cientos de adictos a la heroína en los años 80 y 90, sobre todo en España, se defendía el uso de las narcosalas, centros a los que la gente iba a drogarse, aunque, por supuesto, en condiciones higiénico-sanitarias aceptables. Allí tenías un control sobre los heroinómanos y tú, como comunidad médica, les proporcionabas otra droga por vía oral que era la metadona. Era una forma de control y captación de pacientes con los que trabajar para bajar de forma progresiva las dosis. Con el tabaquismo pasa lo mismo, todo el mundo sabe que es horroroso, pero la gente no puede dejar el tabaco. ¿Por qué no podemos dar opciones que son legales?
En este momento, hay 1.000 millones de fumadores en el mundo, la misma cifra más o menos que el día que se aprobó el Convenio Marco del Control del Tabaco de la OMS hace 20 años. ¿Por qué cree usted que las políticas antitabaco no funcionan?
Si existe el mismo número de fumadores es que algo no está funcionando, eso lo puede ver cualquiera. En España, por ejemplo, hay ocho millones de fumadores, entre un 25 o 27% de la población, incluso hay comunidades autónomas como Asturias o Extremadura, que la tasa de tabaquismo está en el 40%.
Cuando una persona llega a consulta quiere dejar de fumar, bien por decisión propia o por prescripción médica, ¿qué opciones oficiales tiene usted para darle?
Hay dos: dejarlo a pelo, que no lo consigue más que un 5% de las personas, o con ayuda farmacológica. Con esta última opción, además, ha habido un problema y es que algunos fármacos se han dejado de producir por la aportación de exceso de nitrosaminas, una de las cosas que siempre han echado en cara a los cigarrillos electrónicos porque son cancerígenas; otros se han retirado porque se utilizaba como antidepresivo y había aumentado el número de suicidios y ahora ha aparecido la citisina, que es la que se adquiere ahora en las farmacias con receta, y que sí puedo recomendar. Estas son las opciones aceptadas.
¿Qué tasa de éxito tiene el uso del fármaco?
El 40%. Por tanto, aún me queda otro 50% de la población que no deja de fumar y a la que no puedo ayudar porque me quedo sin herramientas, aunque sí están las de reducción del daño como los parches de nicotina o los chicles de nicotina que están aceptados por la Agencia Europea del Medicamento y la FDA. Vas a la farmacia y lo compras, pero hay otra forma de administrar la nicotina que es la inhalada. Y es una opción que podemos discutir, pero lo cierto es que nadie se ha muerto por exceso de nicotina, los fumadores mueren porque se quema el tabaco.
La combustión es lo que produce el monóxido de carbono y todos los alquitranes y componentes cancerígenos que son los que terminan en cáncer de pulmón, cáncer oral o cáncer de vejiga, sobre todo en mujeres. Y no sólo eso, la combustión también afecta a tu familia, son fumadores pasivos: está probado que los niños que ven fumar a sus padres, fundamentalmente si es la madre la que fuma, tienen un 2,5 más de riesgo de ser fumadores de mayores.
Entonces, si lo he entendido bien. Usted lo que dice es que en los dispositivos electrónicos no hay combustión, pero sí una dispensación de nicotina que se puede ir reduciendo hasta dejarlo a cero, libre de humos. Pero, disculpe, no entiendo: ¿por qué no aceptan el uso de estos dispositivos con nicotina si los fabricantes están produciendo algo legal y, además, avalado por el Gobierno desde el punto de vista fiscal?
Como médico no lo puedo entender, es que nadie dice que la inhalación de la nicotina sea algo inocuo, no es así. Lo que dicen los estudios es que el dispositivo electrónico es un 95% menos dañino que el tabaco tradicional, el problema es que las autoridades sanitarias no aceptan los estudios disponibles porque son de la industria del tabaco y no hechos por ellas.
¿Y por qué no los hacen?
Porque hay que querer hacerlos y tienen los medios para hacerlos, pero… Hay controversia con estos dispositivos electrónicos porque hay grupos que dicen que aún no ha pasado el tiempo suficiente de uso para determinar qué ocurre con esa inhalación de nicotina. Pero, lo cierto, es que en 20 años no ha aparecido nada. Nada de nada. Es más, los casos que han salido, a los que se les ha dado mucha publicidad, han resultado ser falsos, como el caso de EVALI, en EEUU.
No lo conozco, lo siento.
De repente, alrededor de 500 personas acuden a urgencias en el transcurso de una semana con una especie de pulmón coraza. Murió alguno de los pacientes, otros estaban en la UCI, y todos habían dicho que habían usado el cigarrillo electrónico. Era su punto común, lo que no dijeron, que se descubrió más tarde, es que habían adulterado la base del dispositivo electrónico. Habían puesto THC sobre una base de acetato de vitamina E, que es lipolítica, y al inhalarse se pega a las arterias y a los pulmones. Jamás dijeron que era marihuana porque les meterían en la cárcel.
El caso salió en la prensa, fue la repanocha y cuando terminó todo aquello, y la FDA mandó un comunicado diciendo que el problema no había sido el dispositivo electrónico, el mensaje ya había calado. Incluso hay series de televisión, como New Amsterdam, de Netflix, donde advierten del caso de EVALI, cuando se sabe que no fue así, sino que hubo una manipulación de los dispositivos electrónicos. Vamos, es como si a una Coca-Cola le echas lejía y te la bebes, ¿es la Coca-Cola la culpable? No tiene sentido.
En su intervención en el Global Forum on Nicotine, en Varsovia, usted habló de ser menos paternalistas con la sociedad. En el caso del tabaco, bueno, al fin y al cabo, fumar o no fumar es una decisión personal.
Por supuesto. Los padres decimos a nuestros hijos que no beban y no fumen, pero lo cierto es que el cerebro adolescente, que aún no está formado, lo quiere probar todo. Por eso, tenemos que ofrecer oportunidades para el cambio. El paciente sabe que fumar es malo, lo tiene claro y cuando viene a verte lo que busca es que le des opciones. Pero, claro, las opciones de tratamiento actuales son: o dejas de fumar o te tomas esta pastilla, cuando, además, hay personas que no pueden tomarlas como embarazadas o pacientes psiquiátricos, por ejemplo.
¿Hay personas con predisposición genética a tener adicciones a las drogas o al alcohol?
No hay estudios que corroboren eso, pero sí que hay cierta predisposición para algunas drogas, aunque es algo que todavía no se ha descubierto. Hay personas que consumen heroína o cocaína, que son las sustancias más adictivas, y, sin embargo, algunos se hacen adictos y otros no. Por tanto, algo debe de haber en el cerebro.
En el caso de la nicotina, es una adicción, por supuesto, pero con pocos efectos. Sube un poco la presión arterial y da sensaciones placenteras momentáneas, pero lo cierto es que sí que produce una dependencia física y, sobre todo, psíquica muy importante.
¿La posición del Gobierno de España cuál es? Usted comenta que la reducción del daño y la defensa que hace de ello le ha llevado a situaciones de señalamiento y estigmatización.
La respuesta del Gobierno, de Ministerio de Sanidad, siempre es no. No quiere ni hablar de ello. Y no hay ninguna sociedad científica que diga que el dispositivo electrónico sea peor que fumar. Ninguna.
A pesar de todo, ¿nunca se rinde?
Jamás, soy militar.
Usted mira al caso de Suecia. Una tasa de fumadores del 5,5%, casi libre de humos. ¿Dónde reside el éxito de esas cifras?
Suecia utiliza un producto que solo es legal en allí y en Noruega: el snus, que, si lo has visto, es una bolsita pequeña –como de té– que lleva las sales de nicotina, no lleva tabaco, y se lo ponen en la encía. Lo llevan usando 50 años, y no sólo tienen la tasa de tabaquismo en el 5%, es que tienen las cifras más bajas de cáncer de toda Europa, incluyendo el oral. 50 años usando el snus y están a punto de ser el primer país del mundo libre de humo, está claro que al resto de Europa algo se nos está escapando. Yo no quiero llevar razón, lo que digo es que, si en 40 años las cifras están igual es que lo que estamos haciendo no funciona, así que hagamos algo diferente y demos opciones.